Un instrumento que se desdobla en un otro con el cual dialogar, en el espejo de técnicas y herramientas que le son propias.
A partir de partituras escuetas que enmarcan una dirección de trabajo: una pequeña grilla - un diapasón de guitarra - y texto, oraciones breves que la acompañan con indicaciones para el intérprete. Un material y una manera de acercarse a él. Un instrumento y una manera de habitarlo.

En el título, un punto de partida desde donde empezar a pensar alrededor de esta música: la palabra "historia".
"historia" de la "luz" en un sentido histórico. La luz como categoría pictórica, primero, desde la luz ideal del renacimiento, las sombras del claroscuro, el impresionismo, etc - la historia de la pintura occidental- para arribar a la luz como categoría musical, es decir, en desplazamiento desde lo espacial hacia lo temporal -y en esto un desplazamiento de lo temporal hacia lo espacial, un entre-categorías, de la manera en la que fue pensada por Morton Feldman en Pensamientos Verticales:
"el tiempo, en relación con el sonido, no difiere de un reloj solar cuyas enigmáticas agujas se desplazan imperceptiblemente a lo largo de su viaje. (…) permitámonos entonces observar nuestro reloj solar en ese momento en que ya no hay sol, pero si una luz abundante. Es en este momento cuando el tiempo se vuelve menos escurridizo, menos perceptible en tanto movimiento y más inteligible como imagen. El tiempo se ha paralizado en el sonido. Todavía hay movimiento, solo que este se ha transformado en la respiración misma del sonido".
Así, la luz define una temporalidad particular, aliada al espacio, ya no una línea sino un lienzo. Una superficie sobre el cual respira el sonido.

"Historia", también, paradójicamente, en el contexto de una música que parece abandonar lo narrativo –o al menos la retórica- en favor de un desarrollo del material que implicaría, dejando de lado la linealidad del discurso, lo que doy en llamar un "campo de latencia": un espesor, un terreno, donde las múltiples posibilidades de la pieza se actualizan.
Los eventos no se suceden, sino que se acceden entre sí. Un plano sobre el cual se juega constantemente esta permeabilidad entre dos maneras de lo real: lo virtual y lo actual. Una atención en el borde: escuchar tanto lo que está como lo que no.

Y este “campo de latencia" ¿no implicaría también una noción de temporalidad propia -distinta de la temporalidad lineal del discurso narrativo? Tal vez un tiempo espeso, radial, a la vez estático y abierto, en movimiento sin desplazarse. Un tiempo no extenso sino extensivo, bloque relacional donde se despliega esta frontera, este hábitat del intérprete que es la tensión entre la partitura y su interpretación.
La partitura y la interpretación surgen entonces no en una relación lineal, causa-efecto, sino en un flujo dinámico, en diálogo, como polos de una situación moviente en la cual se inscriben los intérpretes.

Hay sin embargo también una posible narrativa, más allá de cada pieza, que se sitúa en la estructura general de la grabación de la obra, y que funciona por sustracción. Ciertos elementos van desapareciendo (freeze, tonos sostenidos) dejando mas lugar dentro de cada pieza para el espacio vacío, para un silencio que es una bruma, un desplazamiento en el escenario del sonido. Un filtro en la luminosidad de las piezas, sin que disminuya por esto su intensidad.
Entender también que esta situación en la que se inscriben las piezas no es ni inherente a las partituras ni una evolución del discurso musical, sino una posibilidad y por lo tanto una decisión interpretativa. A la que considero plena de riqueza y una apertura a nuevas preguntas (y respuestas) acerca de qué puede significar hacer música y qué puede hacer un lenguaje que, en vez de decir, elige mostrar.

Facundo Olabarrieta

Edition Wandelweiser Records 1919